Mondongo Exercise (Fragmentos): Intro + #3 Omaso
Lucrecia Masson
Me interesa en esta parte de mi aportación, volver sobre la epistemología rumiante que han leído previamente. Me propongo acá comentar mi texto anterior a través de un ejercicio estomacal con la intención de activar el pensamiento, un mondongo exercise donde regugitar apartir de una escritura experimental y performativa.
Mondongo es el nombre que se usa en casi todo Abya Yala[1] para referir al estómago y tripas de reses. Es conocido este vocablo especialmente por dos cosas: por significar el señalamiento de una zona abdominal prominente en animales humanos, especialmente para señalar el peso considerado excesivo de una persona; y por los platos típicos de diferentes regiones elaborados con este ingrediente, plato que recibe distintos nombres tales como guatita, pancita o menudo, entre tantos otros. Es así como mondongo tiene también su sentido de despojo comestible, de comida que se aprovecha al máximo.
En epistemología rumiante, escrito allá por dos mil quince, busqué dar lugar a un método poético a la vez que a una herramienta para conocer mundos, para pensar(nos). Una propuesta onto-epistemológica rumiante donde la vaca y su exceso (de carne y no solo) y la lentitud, son principio activo para pensar/actuar en el mundo. Es una propuesta de epistemología impura donde la animalidad toma la forma del cuerpo, donde la vaca es cuerpo y es tiempo. Es cuerpo en cuanto al exceso, es insulto de gorda; y es tiempo en tanto es lentitud, es echarse y esperar aguardando. Y bien sabemos, la lentitud no es bienvenida en las sociedades donde impera el capitalismo colonial. Me propuse crear a partir de acá un artefacto/instrumento/utensilio con que dar rienda al proceso creativo centrándome en la rumia desde la no linealidad del proceso mismo. En su regurgitar de un estómago a otro, el rumiante nos invita a un proceso donde quedan desdibujados el principio y el final en la acción nutritiva. Se trata de un complejo sistema digestivo que, favorecido por la lentitud, posibilita aprovechar hábilmente el alimento, incluso si este es poco nutritivo o escasea.
Las palabras que siguen son un efecto de rumia, un gesto de tiempo lento. Un experimento de escritura que, siguiendo el proceso de los rumiantes, pasará por los cuatro estómagos de una vaca: rumen, retículo, omaso y abomaso. Con cuidado despedacé-descarné epistemología rumiante. Honrando el tiempo transcurrido y dejándome provocar, escogí las frases que pasarán por cada estómago. Ni son todas las que me hacen eco, ni estas son las únicas rumias posibles para cada frase. Tampoco tienen intención de orden.
Los estómagos de un animal rumiante son cuatro, a continuación comentaré brevemente la función de cada cual. En este recorrido la anatomía topográfica del estómago rumiante será quien nos acompañe, imprimiendo a este texto cuatro partes, cuatro tamaños y texturas. Estos son 1) Rumen: también conocido como panza, es la cavidad más grande del estómago rumiante y funciona como el espacio donde se produce la fermentación, algo así como una cámara de fermentación. El pasto se corta, digamos que se arranca. Luego de transitar de la boca al esófago llega al rumen, primer estómago. La tarea del rumen es, a grandes rasgos, estacionar lo pastado. b) Retículo o redecilla: es una cavidad pequeña de hecho la más pequeña de las cuatro, y consiste en pliegues que dan origen a celdas poligonales en forma de panal. Estas celdas funcionan filtrando líquidos de sólidos a través de contracciones. Favorecer el movimento pequeño y la contracción es la función de este estómago. c) Omaso o librillo: este espacio se presenta como pliegues mucho más alargados con la tarea casi exclusiva de filtrar los líquidos para que el bolo alimenticio llegue mucho más concretrado al siguiente estómago, llamado abomaso. Un aspecto muy interesante del omaso es que no se sabe bien para qué está, lo que sí se sabe es que es fundamental. d) Abomaso o cuajar: este estómago es similar al de los monogástricos, tal como el que tenemos los animales humanos, aquí se produce una mucosa glandular cuya función consiste en la segregación de ácidos y absorción de bacterias para la digestión final del alimento.
Me interesa que este paseo por los estómagos se haga a partir de conocer esas cavidades en las que nos vamos a meter, y contar así, a partir de este ejercicio performativo, con imágenes y texturas y temperaturas que guien el camino. La vaca y su rumiar nos acompañará como en el texto anterior. Esta escritura cree, como hace años, en la vaca y su mundo como compañera de pensamiento. ¿Cómo pensar-con y no sobre? Algo de eso se ensaya en las siguientes palabras. Bienvenides a una breve escritura amondongada.
OMASO. Estómago#3
«El rumiante incorpora a su método la percepción corporal, y si la tormenta será brava sabe que solo se salvará reuniéndose con el resto de vacas, agrupándose. Las vacas afrontan la tormenta en movimiento y aguardan juntas. Mi papá, que trabaja con vacas desde que tiene memoria, me contó que ellas predicen las tormentas de granizo, que son las tormentas más duras, que destruyen sembrados si están muy altos. Las vacas saben que caerá piedra y empiezan a correr por el campo, ellas generalmente no corren, pero cuando caerá piedra saben lo que hay que hacer. Corren desesperadas por el campo, de una punta a la otra, me explica mi papá. De esta manera todas están enteradas de lo que se viene. En el momento de estar casi por caer la piedra, se agrupan en círculo resguardando las cabezas, un círculo de vacas que agacha la cabeza y pone el lomo para soportar la piedra. Así las vacas se salvan, juntas, y sus lomos curtidos soportan la piedra. Si se han encontrado, ninguna morirá. Los lomos se golpean pero resisten.»
En esta escena la vida que se salva es vida que no está escindida de su comunidad, y la animalidad orienta la desobediencia a lo humano. Humano: ¿quién es humano? ¿cómo es un humano? Pienso, junto con otres, que la definición y encarnación de lo humano es violenta. Propongo que no dejemos de lado las siguientes preguntas: ¿quién accede al estatuto de humanidad? ¿y al de ciudadanía?
El mundo legítimo que hemos aprendido es humano y racional, de matriz eurocéntrica. La ontología occidental divide el mundo entre sujeto-objeto, mente-materia, naturaleza-cultura. Con los procesos de colonización y expansión se exporta también un modelo civilizatorio. Un mundo moderno y colonial que organiza la vida dividiendo naturaleza de cultura, y en esa operación funda la justificación de la dominación. Todo aquello que está del lado de la naturaleza tendrá que ser dominado y de ahí se deberá sacar ganancia.
Pero en otros mundos se ensayan otras formas de vida, esto es otras relaciones con lo vivo y lo no vivo.
En esta idea de cuerpo que es exceso, pienso el cuerpo en su relación con el entorno. En cuanto a la relación cuerpo-paisaje o cuerpo-lugar, quisiera compartir una cita de la filósofa kanaka maoli Karin Amimoto Ingersoll (del territorio llamado a día de hoy Hawai) en su texto Ontologías del mar. En una escena de esta obra suya, un navegante nativo hawaiano navega, y ese navegar no es ir sobre el mar sino dentro de él. Reflexiona así Amimoto, sobre un hacer/ser con el océano por parte de las naciones originarias de las islas que componen este archipiélago:
El navegante nativo hawaiano, Bruce Blankenfeld, debe expandir su sentido del «yo» para leer el fluido paisaje marino que le rodea. […] Blankenfeld puede «ver» su isla de destino antes de partir en un viaje. Siente la isla dentro de sus huesos y de su sangre, de modo que, a medida que avanza hacia ella, esta se convierte en parte de las expresiones de su cuerpo. La vista se vuelve corpórea: los pies, la nariz y los ojos tienen una forma específica de ver, que convierte en músculos las emociones experimentadas, que son interpretados por la mente. Esta interacción constante entre cuerpo y mente genera un contexto epistemológico y ontológico específico. Ver de tal modo se convierte en un proceso político: a medida que la visión del navegante se amplía mediante la alfabetización oceánica, también lo hace la capacidad de pensar más allá de una actitud estática y una realidad única. Blankenfeld encuentra su ruta ampliando su vista a su imaginación, desde la cual crea deliberadamente una ruta de viaje. Si él no imaginase la ruta, esta no existiría. Si no imaginamos nuestra conexión con la tierra no existiría tal vínculo.
En este estómago cuerpo y naturaleza se proponen, junto con la vaca que nos acompaña en todo este recorrido, dar cuenta de mundos que no son mundo único. Que no son universo, que no son universales. Pretende así mirar con ojos anticoloniales las prácticas con otros-que-humanos, poniendo de relieve la importancia de desaprender categorías heredadas de la modernidad occidental y apostando por la producción, y sostenimiento, de pluriverso.
[1] Abya Yala es el nombre ancestral del continente que a día de hoy, luego de la invasión europea, se conoce como América. Fue el pueblo Kuna, comunidad originaria de la región de lo que hoy es Panamá y norte de Colombia, quien le dio ese nombre. Existe actualmente un acuerdo entre distintas comunidades indígenas, su descendencia y sus diásporas, en nombrar de esta manera al continente como ejercicio también de resistencia.