“Muchas mujeres blancas han encontrado en el movimiento feminista una solución liberadora a sus dilemas personales. Tras haberse beneficiado del movimiento de forma directa, se sienten menos inclinadas a criticarlo o a comprometerse con un examen riguroso de su estructura que aquellas que sienten que no ha tenido un impacto revolucionario en sus vidas o en las vidas de gran cantidad de mujeres de nuestra sociedad.”
bell hooks, «Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras», 2014
El reciente lanzamiento del video “La purga” de la banda feminista Tribade refleja de manera contundente las confusiones que giran en torno a la crítica antirracista, en especial aquella dirigida al feminismo blanco.
El video relata cómo tres feministas blancas confiesan sus culpas y pecados a unas sacerdotisas (también blancas) lamentándose por sus incoherencias y el mal cumplimiento de “los mandatos feministas”. Sorprendentemente entre estas “culpas” está la de ser blanca o euroblanca. Sin embargo, como buenas feministas, a lo largo del vídeo comienzan a rebelarse contra ese sentimiento de culpa y terminan subiéndose al altar para bailar y volver a empoderarse. La fiesta dura poco porque al final del vídeo, tras ser obligadas a cargar la cruz del transfeminismo, son quemadas por sus pecados.
Tanto la letra de la canción como las imágenes que la acompañan dan mucho de sí, pero nos gustaría analizar solo algunos detalles. En primer lugar el tono confesional y culposo del vídeo refleja de manera bastante bien lograda las confusiones que existen en la actualidad sobre cómo tomar las críticas que se realizan dentro del movimiento feminista. Entender que ser blanca es un pecado que se debe confesar pone en evidencia que no se ha entendido nada de la crítica antirracista.
Cuando las propuestas feministas antirracistas denuncian el racismo presente en el movimiento feminista blanco y los privilegios que surgen por la supremacía racial, no están hablando de una cuestión de incoherencia o falta de cumplimiento de las premisas feministas. Tampoco lo hacen desde una perspectiva moral donde una persona tenga que confesar sus culpas. Se trata de una aproximación política que pretende visibilizar aquello que el feminismo blanco ha obviado por tanto tiempo y que tantas feministas de color vienen señalando. Es un intento, a veces creo que ingenuo, de señalar lo estructural del racismo y cómo ello afecta a la vida de miles de mujeres, lesbianas y trans. Más que ir corriendo a confesar sus culpas a una supuesta iglesia feminista, deberían ir a realizar sus quemas a las oficinas de extranjería.
Es que hay una diferencia importante entre culpabilidad y responsabilidad. Evidentemente las blancas no son culpables de su legado colonizador, genocida y expropiador pero sí son responsables de las políticas de la actualidad que, gracias a ese legado, pueden beneficiarlas en lo cotidiano y vital. Aunque tal vez no contamos con la fuerza suficiente para modificar las políticas migratorias de la Europa fortaleza sí tenemos el poder de compartir alguno de los privilegios que brinda la ciudadanía europea. En ese sentido es que el hecho de tener privilegios nos hace responsables de ellos y de la posición en la que estos nos ponen.
Otro aspecto que llama la atención del vídeo y que refleja la percepción de las críticas hacia el feminismo blanco y la izquierda blanca en general, es la capacidad de equiparar “sus problemas” con situaciones de violencia aún mayor. En este caso se equipara las críticas hechas al feminismo con la quema de brujas (una quema de brujas que dentro de la narrativa del video la ejecutan exclusivamente otras feministas. No parece haber un afuera, el antifeminismo es inexistente). Así, todas las confesiones que emergen de las raperas se colocan a un mismo nivel (ser cis, blanca y europea, cometer violencias, reproducir la estereotipia patriarcal de occidente, ser una mala amiga, tener privilegios, llevar mal el poliamor, ser opresora, etc.), un nivel que responde a la culpa y a una suerte de victimización que emerge del “reconocimiento” de la “culpa” de ser una mala feminista. Como si reconocer privilegios (estructurales) constituyera en sí mismo un gesto suficiente y “redentor”, y como si las críticas al feminismo blanco fueran de gravedad inquisidora debido a las culpas que generan, o haciendo parecer que, cuando se cuestiona una práctica racista una se estuviera convirtiendo en un tribunal de la inquisición (europea).
Y es que la fragilidad blanca es así, cualquier observación, crítica o señalamiento tiene un efecto devastador, remueve profundamente a quien la recibe que desvía los términos del debate a su situación personal, emocional o afectiva. Así, mágicamente, vuelven a ser ellas y su subjetividad el centro de atención y discusión, un ejercicio que también muchos varones cuestionados en el ejercicio de su jerárquica masculinidad practican. De algún modo el sufrimiento vuelve a ser de ellas, y ya no (quizás nunca lo fue) de las agredidas, las descuidadas, las oprimidas o las racializadas.
A fin de cuentas, allí radica uno de los grandes problemas que enfrentamos las que nos llamamos feministas: el feminismo es entendido por muchas como una cuestión personal, individual, que trata de responder a la inquietud de qué hacer conmigo misma en este mundo machista. Como señala bell hooks se lo entiende como una solución liberadora a dilemas personales, no como una propuesta radical de cambio estructural de un modelo civilizatorio machista, racista y capitalista.
No hay necesidad de hacer purgas, ni quemas, ni autoflagelación, tal vez solo es necesario comenzar a matar al pequeño macho colonizador que habita en nosotras y que nos hace creer que nuestras individualidades son el centro del universo.
Algunas transfeministas antirracistas
*NOTA: Este texto surge de inquietudes compartidas y tiene la intención de generar un debate más profundo por lo que proponemos un espacio de encuentro para poder hablar de estos temas de manera presencial. No nos interesa entrar en la lógica ni la representación de la “caza de brujas”, nos interesa poder encontrarnos en un espacio de diálogo y de análisis de lo que nos retrata históricamente como feministas y de las representaciones que aparecen de las diferentes críticas que vienen existiendo hace varias décadas… Nos importa porque todos los textos, videos, canciones y debates tienen efectos concretos en los cuerpos y vidas de muchas mujeres, lesbianas y trans.